Jarabacoa, llamada la ciudad de la eterna primavera, es la ciudad más cercana a nuestro querido Balcón.
Tiene un color y un carisma excepcional. Desde el parque central, que es el corazón de la
ciudad hasta las calles más externas, hay gente dándole vida y alegría. En las
pequeñas tiendas que abren hasta tarde, puedes encontrar a gente comprando
desde ron hasta arroz y huevos a las doce de la noche.
El pasado mes de febrero es un mes especial en la comunidad,
ya que se celebra el carnaval y por eso hay especialmente más ambiente. Es
divertidísimo pasear por la ciudad en motor, viendo a la gente bailar, hablar y
cantar aunque de vez en cuando un paseo a pie las dos solas mientras nos
sentimos importantes saludando a toda la gente que conocemos, no está nada mal.
Nuestra primera aventura por la región fue a Constanza, un
valle al otro lado de las montañas de Jarabacoa. Es una zona de agricultura, en
la que se produce todo tipo de vegetales, tubérculos y fruta. La especialidad
de la casa son las fresas, así que como buenas guiris nos paramos a comprar
unas cuantas (muchas).
Para llegar a Constanza fuimos en motores lo que significó
que de camino allá fuimos acribillados por pajaritos (bichos asquerosos) que
explotaban contra nosotros dejando unas manchas naranjas repugnantes en la
frente, los lentes y los poloches (camisetas/polo).
Nos tuvimos que parar varias veces de camino allá para sacar
fotos a las montañas y a las vistas, y de nosotros, claro.
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