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Siempre quise hacer un voluntariado, hace años que hablo de ello con mi familia. Pienso que es algo que hace crecer a una persona y la hace darse cuenta de la vida tan privilegiada que tiene. Por suerte, he crecido en una familia, por parte de mi padre y de mi madre por igual, en la que siempre se ha ayudado como se ha podido a los más necesitados. Mi madre es el claro ejemplo de que con poco se puede hacer mucho y se puede ayudar a los que sin duda tienen menos todavía y siempre la he admirado por ello.
Un día mi amiga Ana Díez anunció que se iba de voluntariado a la República Dominicana. Nos preguntó si alguien quería ir con ella y sin dudarlo ni un minuto le dije que yo yo yo! Es el momento ideal en mi vida, terminé de trabajar en una empresa en Valencia hace poco y pensé: ¡ahora o nunca! Y para allá fuimos.
Nuestro viaje hacia la República Dominicana comenzó prontito el 6 de febrero. Con nervios, emoción y muchísimas ganas Ana y yo nos vemos en el aeropuerto de Valencia para empezar nuestra aventura! Diciendo adiós a unos padres nerviosos y llorosos (por lo menos por mi parte) nos montamos en una avioneta rumbo a Madrid. Fue el peor viaje de nuestras vidas!! Mucha turbulencia y mucho viento que hacía que la avioneta fuese de un lado para el otro, para arriba y para abajo…de todo menos recto. Con lágrimas incluidas durante el vuelo, aterrizamos en Madrid.
En Madrid nos montamos en un vuelo rumbo al caribe! Al subirnos al avión nos encontramos con un panorama interesante: mujeres que facturan 4 maletas y suben a otras cuatro de mano al avión, pidiéndonos que les llevásemos alguna, abuelos que se van a pasar un mes a la República Dominicana (Dios solo sabe a que…), pasajeros bebiendo “ronsito” nada más despegar, mujeres con redes en la cabeza cual 50 Cent en su día… una pequeña muestra de lo que nos esperaba al llegar.
En el avión conocimos a una mujer dominicana que iba de visita a allí para un mes a ver a su marido e hijos. Llevaba 5 años viviendo en España y en su último viaje a su país se quedó embarazada y tuvo a su hijo en España sin familiares que la acompañasen. Un año después de nacer, mandó a su bebé con una amiga a la República Dominicana para que conociese a su padre. Ahora venía a ver a su familia y a por su bebé. Una relación de familia que Ana y yo no podíamos ni empezar a comprender… debe ser durísimo. Nos enseñó mucho de su cultura, como por ejemplo que las mujeres aquí desde que son muy pequeñas se les hecha una crema en la cabeza para alisar el pelo y desde ese momento toda la vida la pasan alisándose el pelo y cuidándoselo. Hay que decir que aquí la gente es muy presumida, les gusta mucho arreglarse hasta para ir a comprar pan.
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